lo», duda el viejo. «Ciertamente, guapa, guapa, no se la puede llamar... ¡Ni falta que le hace! Tal como es llena la casa... Hasta la televisión interesa con sus comentarios.» Las horas vuelan. Cuando llega Andrea, paga a la muchacha y se parapeta tras de sus papeles, parece que Simonetta, otra vez en la puerta, acaba de entrar. Pero es al contrario: ha concluido y se prepara para irse