y allí, a la luz polícroma de las vidrieras, imaginó que llegaba un emisario con uniforme de húsar y entregaba al abuelo un sobre lacrado con el sello real y que le presentaba sus respetos con gesto marcial. Lo dibujó también vestido de gala y, mientras coloreaba el sable, llegó la abuela con su rosa diaria y un paquete de pastas o rosquillas. Antes de que tuviera tiempo de saludarla oyó la voz del abuelo desde el pasillo. «¿Otra vez