corazón del Universo cuando pasábamos la noche oyendo a Juliette Greco en Saint Germain. Éramos la cabeza del mundo cuando leíamos el último libro de Sartre y cuando lo espiábamos, le seguíamos, bebíamos sus palabras. Los chicos de Nueva York visten camisas a cuadros como Kerouac, y se lanzan al camino, viven en ese vértigo que sacude de costa a costa a América. No es posible sentarse en una cueva, clavarse en una calle, escondarse en una casa.