las calles de nieve ennegrecida, enlodada por las pisadas de los transeúntes y el corazón me latía muy fuerte ante la perspectiva de ver a mi hijo. Los Zeting me dijeron que apenas se recuperara se lo llevaría a Biarritz. Me conmovía el cuidado con que trataban al niño. María sobre todo, lo sacaba de la cuna --una cuna lindísima como nunca Dieguito la tuvo-- con una precaución de enfermera. Aún la miro separar las cobijas blancas, la sabanita bordada para