se siquiera hay numerario para conseguirla cocida. No dejaré de reprocharle su severidad o su tacañería. Le daremos también los remordimientos que corresponden a su paternidad vergonzante. BLANCHE.- ¡Estúpido! ¿Eres tú quien ahora me piensa vengar? Crees que, a lo menos, estoy volviendome loca de hambre. Basta ya. Eric, te propongo una cosa: Llevame al bosque como iniciación, comienza a hacerme depositaria formal de esos secretos. Luego,