A Miguel le incomodaba que Germán no hiciera otra cosa que abusar del primo retrasado y molestarle. Agus sonreía con resignación cuando Germán cantaba a voz en grito y utilizaba su cabeza o su trasero como tambor. Varias veces tuvo que entrar la abuela para avisarle de que, si hacía ruido, podía enfadar al abuelo. «Como el tío Fernando se entere del barullo que estás armando, ya te puedes preparar», decía, y Germán le contestaba alguna impertinencia.