a veces Karl y yo formábamos frente común al tratar algunas cuestiones o temas que a los italianos os apasionaban de forma especial. Detestábamos en particular la mescolanza que los intelectuales hacían de creación y política. ¡Cuánto pillo pasaba por artista utilizando su verborrea demagógica! Pero lo más provocador resultaba nuestra animadversión hacia Manzoni y, en particular, hacia I promessi sposi, una novela que todos los italianos estudian y adoran. Esta radical opinión nuestra levantaba vuestras iras. Nosotros preferíamos un Arte