se, piensa en la Pasión del Señor. Y así fue como vine a dar al avión al que he aludido al principio de este relato. No ocultaré por un anacrónico prurito machista el terror que este moderno medio de transporte, que utilizaba yo por vez primera, habiendo sido hasta entonces hombre de tope de tranvía y techo de mercancías, me provocó, ni describiré la ristra de sustos en que consistió para mí el viaje. Sí diré en mi descargo que conservé en