ahorro y de sentido común, donde el control del grupo familiar de cada enamorado presionaba para que la meta del futuro desactivase el placer del vuelo de la pareja, su tendencia a perderse o «embalarse» (verbo que se usaba mucho) por regiones innovadoras y peligrosamente alejadas de la rutina. Se trataba de cortar alas. Esas parejas que se aíslan de todo para cantarse endechas apasionadísi un día, al siguiente pueden llegar al trance matrimonial con un embalamiento maravilloso,