. Lenin y Trotsky habían querido llevar la revolución por las armas a Polonia y Alemania, al corazón de Europa. Tenían la creencia (ingenua) de que a la vista de los ejércitos rojos, los pueblos se levantarían y se unirían a ellos. Más realista y cínico, Stalin impuso por la fuerza un régimen comunista a un pueblo que no era ni es comunista. Fue un acto de fuerza pero también de astucia: la diplomacia soviética supo utilizar el egoísmo o la