nono ÑAM ÑAM NADA MAS entrar en el restaurante nos abordó un chino tan untuoso de modales como pérfido de catadura, que insistió, como primera providencia, en que me despojara de la gabardina que traía abotonada hasta la nuez y la depositara en el guardarropa. Yo me resistí pretextando ser friolero de natural. --Restaurante ser un horno --perseveró el chino--. Servidor tener camisa pegada a cuerpo. Se quitó la chaquetilla y nos mostró los húmedos rodetes que circundaban sus axilas