con su abuelo por la carretera y ni siquiera me miró. Iba vestida de blanco y, aunque la falda era corta, supe que había hecho la Primera Comunión. Llevaba el velo caído sobre los hombros. No se lo podía sujetar en la cabeza, pues la tenía rapada. Su abuelo se la afeitaba para que los piojos no anidaran en ella. Juana tenía mi edad, pero parecía más pequeña que yo. Por eso no me extrañó demasiado que hiciera la primera