. De modo que le puso el cuchillo en la mano y se lo llevó casi por la fuerza a buscar la honra perdida de la hermana. --Esto no tiene remedio --le dijo--: es como si ya nos hubiera sucedido. Salieron por el portón de la porqueriza con los cuchillos sin envolver, perseguidos por el alboroto de los perros en los patios. Empezaba a aclarar. "No estaba lloviendo", recordaba Pablo Vicario. "Al contrario --recordaba Pedro