nos, el buzón de correos en la acera de enfrente, el chino de la lavandería que sonríe al quitar el cierre. Y al regresar cada tarde, la misma soledad o la misma insoportable compañía. Necesitamos creer que va a suceder algo. Nos lo promete la luz que hemos estado acechando durante tanto tiempo, la luz que se acentúa cuando la rabia rompe el lápiz que usamos para borrar la última fecha... Algo me va a ocurrir en Méjico, me digo.