lago, la lluvia, el ángel... Volvían las imágenes que despertaban sus recuerdos. Por ello se dispuso a reanudar morbosamente su larga carta a Francesca. Porque había en su vida otro lago, otra lluvia, otro ángel. Pero sucedía --oh milagro-- que para él, en aquella noche, las imágenes de los dos ángeles se fundían; sucedía que Francesca era Betina. Escribía, continuaba la carta con la sensación de que era a Betina a quien verdaderamente le escribía