, pero era como si se tambalearan o buscaran caerse, como si cambiaran de forma o de tamaño. Miguel anduvo hacia el centro de la Zona Deshabitada, ahora invadida por la claridad, y allí vio a Carlos acabando de subir la última persiana. Todas las demás habían sido alzadas y, al hacerse la luz, la Zona Deshabitada había dejado bruscamente de ser el espacio fascinante y enigmático de sus fantasías para convertirse en una sórdida estancia de paredes húmedas y