. Bien la ha recordado a menudo, a la señora Hortensia: su buena figura, su espontáneo cuidado del niño, sus ojos claros bajo el cabello negro. ¡ Ahora cae, ella le dio su dirección; por eso le sonaba el nombre de la calle! -¡Otra vez los pantalones...! -ríe la mujer-. Pero ahora no es barro, sino agua. ¡ Está usted calado! ¿No tiene frío? -Estoy acostumbrado. Y con