paseos por las casas de putas, si desde un cierto punto de vista deprimentes, eran desde otro refrescantes, la contrapartida del aliento litúrgico y lejanísimo de nuestras enamoradas. A muchos, llegados a cierta edad que les aconsejaba «sentar la cabeza», les hubiera gustado casarse sin tener que pasar por el enojoso trámite del noviazgo, pero no había salida de emergencia para esquivar aquel camino que había que recorrer jalón por jalón, y que tenía su propio catecismo.
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SENTARI.4 - (Sentar la cabeza ) Hacerse formal y juicioso