el silencio y soledad más perfectos. Por eso nada puedo reprocharte a ti que me enseñaste con tu desmesura, adentrandote sin freno por esa senda que tan pocos frecuentan y que, en tu caso, te condujo a realizar la muerte deseada. Claro que si te hubieras esforzado en disimular tu olvido de mí yo te lo habría agradecido siempre. No digo que me preguntaras por mi vida en aquel colegio, al que, después de todo, asistía en contra