, sólo a unos pasos de distancia. Astutamente dirigí mis movimientos hacia ella, acercando a Mari-Nieves. No la vi caer pero sé que la empujé sobre las hojas espinosas de la planta. Sus gritos fueron aún más escandalosos que cuando representaba a Juana de Arco. Yo llevaba puesto mi vestido blanco de reina. Esta vez me sabía llena de razón. Aún recuerdo cómo salí al encuentro de las mujeres que venían hacia mí, contra mí, para socorrer a Mari-Nieves. "