de música en el fondo, y la canción que sonaba era Au clair de la lune..., pero no estaba muy seguro. Llegaron un día los dos, Annick y David, con la botella vacía. «Nos la hemos bebido con un amigo de Annick. Un francés que tiene el yate anclado en el puerto... Y nos la ha regalado.» Reían y hacían sonar la caja de música, le daban cuerda sin cesar. Él estaba indignado. Irracionalmente,