--¿Nadie bebe aquí? --preguntó un poco hosco. Había tomado nota de las acusaciones del joven amigo y les miraba con cierta prevención. «Señoritos, pensará, señoritos que se las dan de pobres», reflexionó David. Estaba incómodo, y de no ser por el empeño del primo él no se hubiera metido en ese rincón tenebroso, al fondo de una taberna sucia y fría. Recordó las ingenuas conspiraciones del padre y los amigos en la rebotica. --