lo mis ojos, mostrandome así una realidad muy diferente de aquella otra en la que se movían los demás. Y con frecuencia me preguntaba si yo, al ser hija tuya, no habría heredado también esa fuerza que sólo tú parecías poseer. Un día te lo pregunté a ti directamente: "No sé --me dijiste--; tendremos que probarlo." "¿Cuándo?", dije yo emocionada. "Mañana", me respondiste con gravedad y decisión