. Nuestro Señor es siempre misericordioso. Recemos para que se apiade de su alma." Mamá no dijo nada, pero sus sollozos se convirtieron en un llanto desesperado. Yo no me atreví a hacer ruido alguno. Sabía que ella prefería creer que estaba dormida. Pasaron varias veces ante mi puerta. Recorrían la casa de un extremo a otro, como si esperasen encontrar en alguna parte algo que negara lo que ya todas sabíamos. Cerré los postigos de la ventana y encendí