, colarme y cerrar a mis espaldas. Sabiendo a lo que iba y habiendo inspeccionado el local esa misma mañana, no tardé ni un minuto en apoderarme del álbum de fotos y salir con él oculto bajo la americana. Bajé por las escaleras y antes de enfilar el último tramo me detuve y asomé la jeta por si había moros en la costa. Esta precaución me salvó de un mal encuentro, porque en el zaguán conversaba el portero con dos individuos fornidos cuyos