cuartito recubierto de azulejos y a cuya ventana faltaba un pedazo de cristal encontré una escoba, un cubo de plástico amarillo y un bote vacío de Ajax. Me apoderé de todo ello y así disfrazado salí de la academia y volví a bajar las escaleras entonando una coplilla y confiando en que la escasa iluminación del zaguán camuflase mis mejillas hirsutas y mis pilosas pantorrillas. Por suerte, el portero y el individuo se habían enzarzado en una acalorada discusión, en la que ambos parecían estar