te el alma como un sarcasmo. De la marimba al son te conocí y al contemplarte fui de la ilusión el prisionero que viene a cantarte las penas de su corazón. No. La chica recién puesta de largo, aunque hubiera bailado mucho y dijera que se había divertido, al llegar a casa y colgar el traje de noche en el armario casi siempre tenía que reconocer que la habían defraudado en sus expectativas. Ningún hombre había venido a hablarle de las penas