de Bene. Supe que era él. No podía distinguir en la noche el color de su piel ni los rasgos de su cara. Pero que era el gitano fue para mí como una revelación instantánea, de la que no podía dudar. Vestía una camisa blanca y unos pantalones oscuros, y nada más le defendía del frío de la noche. Parecía un hombre mayor y cansado, sus brazos le caían a lo largo del cuerpo como si los hubiera abandonado. Y,