la suponiendo que existiesen la envidia y los envidiosos tal como se supone, uno se pregunta por qué habrían de producir tan deletéreos efectos de desánimo, de inhibición, de abandono, de amargura, en los envidiados, y nuevamente no cabe atribuirlo sino a una concepción y a una motivación enteramente egóticas y egocentristas de la propia actividad. "Psicología por última vez", decía Kafka; ¡por última vez -remedo yo-, esta psicología barata, sonrojante y