lameselastanta muerte, tanto padecimiento, tanta destrucción". Se notaba también que un cierto tacto persuasivo le había hecho elegir idea, mejor que lucha, como la había llamado el capitán. Se me había hecho una concesión: se había admitido la posibilidad de que aquello -su idea, su lucha- pudiera ser, en algún grado, materia opinable, ya que no para ellos, para mí. Pero yo, que ni en sueños, por lo