despacio, desaparece.) (Alza la cabeza.) Dios mío... Dios mío... ¿Esto es temor o es arrepentimiento? Sólo Tú lo sabes. Pero sé más generoso conmigo de lo que yo lo soy. No me juzgues, Dios mío. Me encuentro solo ahora, y lo he estado siempre. Pero no he sabido estarlo. (Entra Montesecco.)