--No te falta razón --dijo la Emilia--. Y no veo otra salida que volver a casa de don Plutarquete. --Por el amor de dios, Emilia --no pude por menos de exclamar--, no podemos seguir involucrando a ese pobre anciano en nuestros asuntos. --Vaya, hombre --repuso ella--, te pasas la vida metiendo en líos al prójimo y ahora me sales con remilgos. Mira cómo han dejado mi casa y mira lo que le ha