a tener que dejar unos instantes, porque es la hora de vísperas y tengo que ir a la capilla a dirigir los rezos. Ustedes no tienen por qué asistir, aunque si lo hacen serán bienvenidos. Con su permiso. Se levantó con grandes trabajos y se dirigió a la puerta llevandose consigo el quinqué. Le seguimos y recorrimos de nuevo los pasillos del monasterio hasta desembocar en una capilla en ruinas donde se consumían dos cirios y en la que se había congregado la