aprendería a decir ¡doblones de a ocho! y a reír como el abuelo. No le cabía la menor duda de que su madre se lo iba a regalar la tarde siguiente, desoyendo por completo las amenazas de la abuela. PeronoocurrióasíyloqueMercedesleregaló fue una imprenta de juguete, muy bonita y completa, sí, pero entretenimiento de niños al fin y al cabo, sin ningún interés en comparación con el loro. Miguel se enfadó