vida y obligarle a intentar salir de aquel estado. Sólo Juana podía ayudarme a encontrarla. Esperé durante varias mañanas a que pasara ante la cancela. Al fin la vi acercarse un día y salí a su encuentro gritando su nombre. Pero ella no sólo no respondió a mi llamada, sino que echó a correr huyendo de mí. Cuando la alcancé, la sacudí furiosa por los hombros. --¿Qué te pasa conmigo? ¿Qué te pasa?