? ERNESTO.- (Sombrío e irritado.) Tampoco. MATILDE.- (A Javier.) La verdad es que te sustituyó muy bien. Aunque en seguida adiviné que no eras tú. JULIA.- Naturalmente. Debes poseer una sensibilidad finísima, capaz de detectar las variaciones más insignificantes con los ojos cerrados. MATILDE.- No tiene mérito. Aparte de que tu marido es inconfundible. JULIA.- Gracias, muy amable. MATILDE.- No hay de