, más bien, estaba convencida de su maldad. Merodeaba por la casa tras ella, observandola vigilante, acechando como un cuervo sus movimientos, sus escasas palabras, sus miradas... A veces se retiraba a su habitación y parecía olvidarla, como si se aburriera de no descubrir nada sospechoso en su conducta. Bene cantaba mientras barría, fregaba, extendía las sábanas de las camas... Yo aprendí algunas de sus canciones. Eran muy alegres y con frecuencia me unía a