lolomese la historia" suscita antes que nada la connotación valorativa de una especie de solemne incorporación en las inmarcesibles singladuras de un tiempo y un devenir escatológicos, en el imperial desfile de un destino universal, o sea en la fatídica maldición que entrañan ese tiempo, ese devenir y ese destino. No sé quién fue el que dijo: "Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado", y hoy el dios imperante sigue siendo, a la postre,