empecinado en jurar por verde fronda la más reseca hojarasca históricofolclórica y que tan engañosamente supo transfigurar en fervorosas e idílicas jornadas neoisabelinas los grises días de aquellas buenas y pacientísimas señoras del castillo de la Mota, que con sus coros y danzas demostraron su ciega capacidad para dejar convicto de cultura viviente y operante lo que no era sino una, por lo demás encomiable, restituición arqueológica. Pero aunque tal dolencia le haya impedido ver al presidente la miseria cultural de semejante aditamento históricofolclórico, es