selo por ello objeto de miradas rencorosas. Habíamos observado ya, no sin alivio, que el coche había desaparecido, pero no estimamos prudente que la Emilia, no obstante su insistencia, fuese a su casa por ropa limpia. Celebramos, pues, capítulo y les expuse en sucintos términos castrenses el plan que para el día había trazado, plan que si bien no suscitó en la concurrencia la admiración a la que me consideraba acreedor, fue aprobado por unanimidad y