lo tanto, tu padre también podía quererme, a pesar de sus engaños. Era preciso conservar aquel cariño por encima de la vanidad y del orgullo. ADELA.- ¿Y no te has arrepentido? EMILIA.- (Niega con la cabeza.) Ahora, cuando tu padre es tan frágil como una criatura y se aferra a mí, celebro que haya disfrutado a su modo. Me alegro de sus conquistas fáciles. Ojalá hubiera coleccionado más. ¿Qué importancia