irritada:) EMILIA.- ¡No hables así! (Se arrepiente inmediatamente y repite con dulzura y contricción:) No me hables así... Perdona, hija. A veces creo que sigues siendo aquella niña díscola y rebelde que merecía un cachete de cuando en cuando. ADELA.- (Toma la mano que le acaba de golpear y la besa.) Me gusta que lo hayas hecho. Ha sido mejor que una caricia. Tengo seis o siete años y el