ya necesaria y sin la que no me veía con ánimos de adentrarme de nuevo en el truculento túnel. Y de fijo nos habrían apresado y quién sabe si arrojado a las fauces flamígeras de una caldera o turbina para que nos calcináramos entre horrorosas convulsiones si en aquel preciso instante no hubiera surgido del prolongado sepulcro la comunidad religiosa en pleno con el padre prior a la cabeza, el cual, viendonos objeto de agresión, no dudando de qué lado estaba la virtud y