selome como si yo fuera Alicia y hubiera traspasado el espejo en aquel verano del 63. Me gusta imaginar que puedo volver a la niñez, ver la puesta de sol sentada en el embarcadero, con las piernas colgando, hasta oírte gritar: «¡Adi, a casa, que está anocheciendo!...» Pero ya no hay espejo para regresar. Hay que quedarse en este lado. EMILIA.- Me apena comprobar que no estás... así como