el estaño. Luego ya, la bulla, los galeones, qué sé yo... Qué lindo ha sido todo. CARMIÑA.- Los míos eran rubios con los ojos celestes. No todos, no, no todos. Cuánto me amaron. Y cuántos. Venían y se iban. Se iban sólo para echarme de menos, yo lo sé. Yo llevó la morriña como una flor prendida aquí en el pecho... Y ahora, alquilar la casa. Cuando vuelvan,