la incauta en busca de la Santa Compaña. PALOMA.- (Se pone en el pecho las flores del centro de mesa.) Claro, si yo sabía que necesitaba algo más femenino... MONTSERRAT.- Mira qué maldita: recoge lo único que había puesto. ROCIO.- (A PALOMA.) ¿No te encantaba el centro? PALOMA.- Sí, por eso me lo pongo sobre el corazón. (Se escucha un ruido de golpes en la habitación