entre el trigal y los olivos. Y antes, los fenicios y los cartagineses, que me parece que los estoy viendo: no muy altos pero qué guapísimos. Y los tartesios, con el estaño como una plata mate: yo prefiero el estaño. Luego ya, la bulla, los galeones, qué sé yo... Qué lindo ha sido todo. CARMIÑA.- Los míos eran rubios con los ojos celestes. No todos, no, no todos. Cuánto me amaron