--¿Dónde has estado metido últimamente? --preguntó la Emilia. Estimé que no reforzaría nuestra embrionaria alianza si le decía que acababa de salir del manicomio, de modo que mascullé algo y miré hacia otro lado. Al hacerlo advertí que se nos aproximaba una especie de legionario de sexo femenino, cuyo rostro no me permitieron apreciar unas greñas oleaginosas que a la frente y pómulos llevaba adheridas. Sorteaba las mesas con más decisión que puntería y con el hatillo que le colgaba