los, ¿me quiso?, ¿fue lo nuestro amor genuino o sólo una miniatura, la sombra pasajera del ave que sobrevuela los trigales? Nunca lo sabré ni creo que ella, dondequiera que esté, lo sepa, si se acuerda. Sólo sé que un día, después de meses de juegos infantiles, nos dio el anochecer en un pinar al que acudían casi a diario los vecinos más pulcros de la barriada a hacer allí lo que en sus casas, carentes