me datos directos de mi propia experiencia personal ¿sería prudente en mí, o siquiera honrado, convalidar el tópico, por lo demás tan idiota y sonrojante, de que la envidia es el pecado nacional? Pues no, sino que lo niego, y además sé lo que pasa de verdad: los envidiosos de España no son más que un mito, una fantasía de los envidiados; de modo que la envidia no es en absoluto el pecado nacional. O, mejor dicho